La obra de la artista nacida en Francia Céline Felga (1982) es una crítica de la cultura visual contemporánea. Su obra se opone a la recuperación progresiva de la imagen, su movilización dentro del campo económico. Las pinturas de Felga no obedecen a ninguna lógica, ni recurren a las incertidumbres de la persona que las ve para proyectar una identidad, ni se aprovechan de sus deseos. Las obras de Felga están pensadas para crear un desequilibrio en el espectador: las formas humanas son borrosas y desproporcionadas, a veces incluso grotescas. Pero como sus imágenes no permiten ningún proceso de identificación estricta, empujan al espectador en el modo en que es provocado para que deshaga la ambigüedad de lo que representan. El espectador se ve empujado a encontrar un sentido a las escenas, a la vez insignificantes y colosales, dentro de un encierro hierático y una opresión que los impulsa a salir de la pantalla.

En sus primeras obras, Céline Felga se inspiró en un texto de Maurice Blanchot, en el que traza una analogía entre la imagen y el cuerpo muerto. La imagen es como un cadáver, escribe el filósofo francés: evoca algo que ya está irreparablemente perdido. La serie de Felga “Aquí y en ningún lado- parte I” (el título hace una referencia directa al texto de Blanchot) expresaba esta idea a través de la imagen del zombi, el cuerpo muerto que imita a la vida. Este concepto también recibió soporte técnico, por medio de pinceladas evocadoras y superficiales. Desde entonces, Felga ha adoptado temas muy distintos para su obra, directamente menos unidos a la idea de la muerte: escenas de la historia, hechos diversos, la biografía de la artista... (la serie “Huida” y muchas pinturas sin título). Pero como demuestra su reciente inmersión en el mundo de las pinturas de vanitas del siglo XVI, aún no ha abandonado la idea de la serie “Aquí y en ningún lado- parte I”. La analogía entre la imagen y la pérdida no deja de dar forma a su arte.

Aunque la pintura de Felga conceptualmente raya en las pinturas macabras, nunca es lúgubre. Nunca cae en el nihilismo y la decadencia. Los colores y las formas dentro de sus pinturas ilustran este rasgo: aportan una elasticidad y una energía únicas. Es el gran poder de la obra de Felga: en una época en la que la imagen es cada vez más una realidad que no para de consumirse, expuesta con velocidad abrumadora y pretensiones sobre la profundidad existencial, Felga plantea límites claros a la imagen. Felga marca la imagen como si se tratara de una atmósfera alejada del hombre, elevando el sentido visual del espectador, al que retorna plenamente a la vida real.

Björn Scherlippens